El nuevo contexto de la Sociedad de la Información y el desarrollo de las Tecnologías de la Información y la Comunicación inciden en los ámbitos económico, político, social y cultural. La transformación del mercado laboral constituye un exponente claro de los cambios propiciados por la denominada economía digital. Por un lado, emergen nuevos empleos y perfiles profesionales que requieren el dominio de estas tecnologías. Por otro lado, surge un nuevo modelo de búsqueda de empleo: la Red actúa de elemento intermediario entre oferentes y demandantes. En este trabajo se ofrece una panorámica general de la situación actual. Se trata, asimismo, de argumentar que las actuaciones acometidas desde la Administración Pública vasca para facilitar la respuesta a las nuevas exigencias que plantea la Sociedad de la Información, pueden ser directa o indirectamente consideradas estrategias de generación de empleo.
Las nuevas tecnologías facilitan nuestra vida, sin embargo también provocan un cambio en los valores y las conductas de los individuos, en definitiva en la cultura. Cada vez más, las personas, utilizan estos avances para comunicarse, perdiendo en cierta manera la comunicación cara a cara y las relaciones personales.
¿Las tecnologías de la comunicación y la información, su inmediatez y presencia constante nos han modificado? ¿Han degradado nuestra escala de valores? Dar una respuesta unívoca a esta pregunta es demasiado complejo, pero seguramente lo que sí podemos afirmar, es que no forzosamente ha de ser la responsable de lo que sucede en la sociedad: bueno o malo. Más bien lo que hace la tecnología es actuar como una lupa que magnifica las deficiencias o las virtudes de una persona y por supuesto, de la comunidad a la que pertenece.
La forma en que reaccionamos ante el sufrimiento del otro, la empatía que podemos mostrar hacia los demás, no dependen o se limitan por el uso de internet. Pero sí pueden verse incrementados exponencialmente, lo mismo que la discriminación y el insulto. Es una gran máquina de multiplicar de forma exponencial los sentimientos, las ideas y las palabras de las personas y los grupos.
Ello no debe ser tomado como una catástrofe. Porque sí, existen los “trolls” de internet. Existen las personas que verterán odio y comentarios detestables por doquier en la web. Pero no podemos culpar a la tecnología, pues no es ésta la que convirtió a esas personas en egoístas en primer lugar. Y además, el panorama no es negativo al cien por ciento. La filantropía, las acciones humanitarias, la ayuda mutua, todas estas caras brillantes de humanidad y altruismo también encuentran eco en Internet. La web es un reflejo de la sociedad y no un ente aislado. De esta forma podemos concluir que no, la tecnología no degrada ni mejora a una sociedad. Es una herramienta de comunicación muy poderosa que magnifica las entrañas de una comunidad, ni más, ni menos.